ORDEN DE LA PRECIOSA SANGRE

 

 

Esta orden tiene su origen en la siguiente historia:

 

Longinos, un centurión romano que más tarde fue martirizado por pasarse al cristianismo, recogió tres gotas de la preciosa sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y las llevó a Mántua, donde las enterró en un paraje en donde después fue edificada la iglesia de san Andrés.

 

Estas gotas de sangre puestas en un relicario, quedaron así ocultas durante muchos siglos. Al fin fueron halladas por el emperador Carlo Magno, y cuando el Papa León III lo supo, se trasladó a Mántua para tomar posesión de tan preciosa reliquia, de la que dio una pequeña parte al emperador, quien la confió bajo la custodia del pueblo de Mántua.

 

Las guerras que afligieron a Italia hicieron perder la memoria del sitio en que se había escondido la divina reliquia, hasta que el apóstol san Andrés se le apareció a san Adalberto, y le reveló el paraje de la iglesia en que se hallaba.

 

Puesta la revelación en conocimiento del Papa León IX, pasó inmediatamente a Mántua en 1054, y consagró el segundo descubrimiento milagroso de las gotas de la preciosa sangre, con cuyo motivo concedió un jubileo general.

 

Gonzaga Guastalla, príncipe de Mántua y del Imperio romano, que profesaba la religión católica y era muy piadoso, quiso, en el año del Señor de 1608, dar un público testimonio de su fe, instituyendo la orden de caballería de la PRECIOSA SANGRE, destinada a perpetuar la memoria de la conservación de las divinas reliquias.

 

Esta orden fue aprobada por el Papa Pablo V, en el año 1610. Su objeto era el sostenimiento y defensa de la religión católica. Su fundador se declaró el gran maestre y sus sucesores fueron declarados en la soberanía de Mántua, grandes maestres a perpetuidad.

 

Concluida la dinastía de los Gonzaga Guastalla, un hombre de nombre Alejandro, pretendió ser el príncipe de Gonzaga Castiglione, y en esta calidad, renovó la institución y la puso en vigor por un decreto de 1º de marzo de 1843, declarándose, a tenor de los estatutos, jefe y gran maestre de la orden.

 

Sus miembros fueron entonces divididos en cuatro clases: Grandes cruces; grandes comendadores; comendadores y caballeros.

 

La orden se destinó entonces a recompensar las buenas acciones, las virtudes civiles y militares, el mérito y el talento. Mas el intruso príncipe de Gonzaga fue juzgado y sentenciado en Francia, en julio del año 1853 por apropiación indebida de título. Y la orden desapareció de nuevo.

 

Los que pertenecieron a esta orden usaban un collar de oro, compuesto de óvalos enlazados con anillos del propio metal, esmaltado en blanco por la parte superior; y en unos estaban grabadas las palabras: «Domine probasti»; y en los otros una llama de fuego. Del collar pendía un cáliz que sostenía dos ángeles, y el lema: «Nihil hoc triste recepto».