ORDEN DE LOS TALAPONES

 

Eran monjes del reino de Siam, los cuales se distinguieron en dos clases: los de las ciudades y los del campo y bosques. Todos, sin excepción, estaban obligados a guardar el celibato mientras permanecieran en el estado religioso.

El espíritu de su institución era cargar con los pecados del pueblo, y expiar, por medio de una vida penitente, las faltas de los devotos que les dieran limosna. No comían en comunidad, y ejercían la hospitalidad con todo el mundo,  incluso con los cristianos. Tenían dos habitaciones en cada uno de sus conventos o casas para recibir a los que pedían asilo durante la noche. Explicaban al pueblo la doctrina contenida en sus libros. Los días destinados para la predicación eran los siguientes a la luna llena. El predicador estaba sentado con las piernas cruzadas en un sillón elevado, a cuyo ministerio se dedicaban muchos talapones. Concluido el sermón, se pasaba a recoger limosnas, que siempre eran abundantes.

Los talapones iban con la cabeza y los pies desnudos como el resto del pueblo. Sus vestidos consistían en un trozo de lienzo que llevaban atado o ceñido a los riñones como los seglares, con la diferencia de ser estos amarillos, con otras cuatro piezas o trozos de tela que distinguían su profesión. Les estaba prohibido el uso de las camisas caras. Se rasuraban la barba, la cabeza y los párpados. Recogían las limosnas en una especia de bandeja de metal, y luego las metían en un saco que llevaban pendiente del lado izquierdo.